Todas las encuestas y proyecciones de voto que se dan periódicamente ofrecen un importante crecimiento del Partido Popular en la Comunidad de Madrid -digo en la Comunidad, no en el Ayuntamiento donde el alcalde Martínez-Almeida parece salirse del mapa en lo que a valoración de sus conciudadanos se refiere-. Ese crecimiento no lo refleja Tezanos, quien se dedica a manejar el Centro de Investigaciones Sociológicas como lo haría un manijero nombrado por el señorito cuando organiza el trabajo en el cortijo.

La presidente Díaz Ayuso no despierta precisamente entusiasmo ni tiene ese tirón que los políticos necesitan para convertirse en un referente. Anda muy justita de recursos, pero es la presidente de la comunidad autónoma donde se encuentra enclavada la capital de España. Una comunidad cuyo peso en la economía nacional es determinante. El PSOE que en las últimas elecciones daba como seguro, con los correspondientes pactos con los podemitas y el apuntalamiento de Más Madrid, hacerse con ese gobierno, recibió no un jarro, sino un baño de agua fría cuando comprobaron que los resultados de las urnas hacían posible que se formase un gobierno del Partido Popular y Ciudadanos. No hay más que recordar la cara que se le puso a Pedro Sánchez y cuando salió a la palestra, avanzada la noche electoral, y los resultados eran ya inamovibles. A Sánchez se le llenaba la boca diciendo que los socialistas habían sido el partido más votado, pero el rictus de su semblante indicaba que había otras mayorías y que la fuerte apuesta que habían hecho al presentar a Gabilondo como candidato a la presidencia de la comunidad iba a quedar en agua de borrajas.

Desde aquella noche, en que lo ocurrido en Madrid permitía salvar los trastos a Casado, a quien algunos en el seno de su propio partido ya empezaban a cantarle el gori gori, el PSOE ha tenido en el punto de mira a Díaz Ayuso. En las terminales socialistas se han repetido una serie de mantras -esos mantras les han dado excelentes resultados en otras ocasiones- con el objetivo deteriorar su imagen. Sus errores, que los ha tenido, han sido magnificados y los militantes socialistas se encargan de airearlos y presentarla como una calamidad en todos los foros a los que tienen acceso sean grandes o pequeños y venga o no a cuento. Pero a tenor de lo que señalan los estudios demoscópicos la estrategia parece equivocada. La forma en que nos afecta la pandemia -recuerden que Sánchez la pasada primavera afirmaba haberla vencido y que salíamos mucho más fuertes- terminará pasándole factura al gobierno.

Los estrategas de la Moncloa, con Iván Redondo a la cabeza, parece ser que no han calculado los efectos de esos ataques, que han permitido a Díaz Ayuso asociar su imagen a la de un Madrid que no está siendo tratado con el mismo rasero que otras comunidades en lo que a medidas para combatir la enfermedad de refiere. Ahora es el gobierno de Sánchez el que en Madrid rema contracorriente y han hecho que Díaz Ayuso, al revolverse contra esas medidas, aparezca como la defensora de los agraviados que en estas circunstancias son una verdadera legión.

Veremos al final en que queda la estrategia socialista, pero no les apunta bien. Lo más lamentable del caso es que quienes están pagando los platos rotos son los madrileños… y madrileñas.

(Publicada en ABC Córdoba el 24 de octubre de 2020 en esta dirección)

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